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Pero… ¿hubo alguna vez nativos digitales?

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No es raro encontrarse con niños y niñas que aprenden a manejar antes un smartphone o una tablet que un lápiz, y que para cuando aprenden a escribir, ya manejan mejor el ordenador que sus padres. Si antes se decía que los recién nacidos traen un pan debajo del brazo, hoy bien podríamos decir que llegan con una pantalla táctil.

En 2001 Marc Prensky escribió un artículo en On the Horizon en el que empleó la expresión “nativo digital” para referirse a un nuevo tipo de estudiante que estaba apareciendo en los centros educativos de Estados Unidos.

“Han pasado toda su vida rodeados y usando ordenadores, videojuegos, reproductores de música digital, cámaras de video, teléfonos móviles y otros juguetes y herramientas de la era digital. […] Son hablantes nativos del lenguaje digital de los ordenadores, los videojuegos e Internet.”

Frente a ellos se sitúan los inmigrantes digitales, aquellos que no han nacido en este mundo informatizado y han tenido que aprender a utilizar estas herramientas. A diferencia de los nativos, los inmigrantes han de hacer un esfuerzo para adaptarse y, aún así, mantienen un “acento”, vestigios de una era pre-digital. “El ‘acento del inmigrante digital’ se puede ver en cosas tales como […] imprimir el correo electrónico, imprimir un documento para corregirlo (en lugar de hacerlo directamente en el ordenador); o pedir a alguien que vaya frente a tu ordenador para ver una página web interesante (en lugar de mandarle la URL)”.

La metáfora de los nativos frente a los inmigrantes ha calado hondo. Como prueba de ello, una rápida búsqueda en la sección de noticias de Google muestra la cantidad de artículos, post, noticias e informes que se publican acerca de los nativos digitales. ¿Quiénes son?, ¿qué quieren?, ¿qué buscan?, ¿cómo compran?, ¿qué usan? El interés que despierta la llamada generación digital, cuyo nacimiento se suele fijar a comienzos de la década de los 80, no deja de aumentar.

Sin embargo, debemos plantearnos si este binomio nativo/inmigrante es acertado. El hecho de tener acceso a una tecnología no convierte a nadie en experto en esa tecnología; y al contrario, el aprender a utilizar un dispositivo a una edad más avanzada no te vuelve un incompetente en la materia. En otras palabras, el simple hecho de nacer rodeados de tecnología no hace que vayamos a utilizarla mejor o que tengamos una mayor capacidad para entenderla y aprovecharla. No existen unas habilidades digitales innatas.

La distinción entre nativos e inmigrantes es ciertamente determinista, y lo que es peor, oscurece una serie de factores (como el estatus socioeconómico, el género, el nivel de educación, etc.) que sí tienen un impacto significativo a la hora de explicar el desigual reparto de las competencias digitales.

Es cierto que los jóvenes hacen manejan ampliamente la tecnología (el 92% de ellos se conecta diariamente a Internet). Sin embargo, este uso es más extensivo que intensivo. El estar horas y horas en redes sociales o mandando mensajes por WhatsApp no tiene ninguna relación con el dominio de estas tecnologías o con la  capacidad de sacarles partido. De hecho, diferentes estudios prueban que estos supuestos expertos digitales de los que hablaba Prensky mantienen muchos de los sesgos cognitivos atribuidos a los analfabetos digitales.

Los supuestos nativos pueden ser perfectamente desconocedores de los criterios que utiliza Google para mostrar un resultado u otro, incapaces de detectar una campaña de spam, mostrarse acríticos con la información que encuentran en Wikipedia o incapaces de sacar provecho a Google Drive. Por el contrario, puede haber inmigrantes digitales perfectamente competentes en todas estas materias.

Por eso hay que tener cierto cuidado cuando se habla de los nativos digitales porque en el fondo no es más que el gastado debate sobre si lo nuevo es mejor que lo viejo. La respuesta no es simple y hay que atender a una multitud de factores que quedan ocultos tras la metáfora de los nativos y los inmigrantes. La clave está tanto en el acceso a los recursos, como en la actitud, el interés y la formación. No hay que dar nada por sentado ni por sabido, porque los nativos digitales no existen.