Las escuelas del pasado, los colegios del futuro

Desmotivación, fracaso escolar, clases tediosas, resultados académicos pobres… Todos estos problemas parecen inherentes al sistema educativo. Y es que el colegio es una institución de la que, en muchos casos, se sale manos creativo, menos curioso y menos entusiasmado con el mundo de lo que se entra.

No en vano Michel Foucault definió la escuela como una institución disciplinaria, es decir, un lugar pensado para “dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez ‘dóciles’ y ‘útiles’. Vigilancia, ejercicios, maniobras, calificaciones, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros, una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas.” En otras palabras, la escuela es una prisión.

Según el pedagogo Ken Robinson, el sistema educativo basado en la memorización de los contenidos, la estandarización del alumnado y la lógica productivista, se rige por una lógica propia de la Segunda Revolución Industrial. La escuela no sólo es una prisión, también es una fábrica que produce la mano de obra que que surtirá a las empresas del futuro.

Ken Robinson

No obstante, el panorama no es tan gris como se nos presenta. Existen muchos ejemplos de centros que atentan contra el sistema educativo disciplinario e industrial del que hablan Foucault y Ken Robinson. Curiosamente, uno de los principales polos de innovación pedagógica se halla donde menos lo esperábamos: en los colegios de jesuitas.

Los ocho colegios de jesuitas que hay en Cataluña han implantado un nuevo modelo de enseñanza en el que desaparecen los exámenes, los horarios e incluso los pupitres. Las asignaturas tradicionales han dado paso al aprendizaje por proyectos y son las chicas y chicos los responsables de marcar el ritmo del curso.

Sin embargo, esta pedagogía no es tan nueva como parece. Aunque pueda sonar paradójico, estos colegios de jesuitas parecen inspirados en la Escuela Moderna fundada por el pensador anarquista Francisco Ferrer Guardia en 1901. Su objetivo era fomentar el librepensamiento y el aprendizaje colaborativo entre compañeros y compañeras. Eliminaron los exámenes, los castigos y las asignaturas. Era la curiosidad natural de los alumnos la encargada de guiar las clases. En palabras del propio Ferrer Guardia:

Somos adversarios impenitentes de los exámenes. En el colegio todo tiene que ser efectuado en beneficio del estudiante. Todo acto que no consiga ese fin debe ser rechazado. De los exámenes no se saca nada bueno, no dan resultado alguno.

Hoy, la revolución tecnológica permite y promete la revolución educativa que ya vislumbraron hace más de un siglo Ferrer Guardia en España, Maria Montessori en Italia o Rudolf Steiner en Alemania. Cada vez se hace más patente la necesidad de transformar el concepto tradicional de la escuela y colocar a los alumnos y alumnas en una posición activa dentro del proceso de aprendizaje. ¿Significa esto que dentro de poco diremos adiós a los deberes, los suspensos y las mochilas cargadas de libros aburridos? ¿Veremos el fin de las escuelas-cárceles y las escuelas-fábricas?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *


*